Te descubrimos la Casa Levene en la sierra norte de Madrid: 'De obra arquitectónica a creación artística'
Este inmueble se consolida como uno de los iconos de la arquitectura contemporánea por su compromiso con el entorno
¿Somos capaces de construir algo respetando al máximo la naturaleza existente? Ésta fue la pregunta que se planteó el arquitecto Eduardo Arroyo cuando se dispuso a diseñar los primeros planos de lo que es hoy en día la "Casa Levene", una obra arquitectónica ubicada entre los pinos centenarios del monte Abantos, en San Lorenzo de El Escorial y que se ha convertido hoy en día en un icono de la arquitectura contemporánea. Esta obra recibió en el año 2008 el premio Brit Museum y fue presentada en el Museo de Arte Moderno (MOMA) en 2006.
Integrar al edificio en la propia naturaleza como si fuese un elemento vivo más que la compone, en vez de fracturar el entorno e imponer un canon humano, es uno de los principios configuradores que marcan la diferencia entre una creación arquitectónica y una creación artística. Arroyo, con la colaboración de Francesco Mónaco, Javier Tamer y Cristina Fidalgo, tuvieron muy presentes cuál sería el principio de su creación.
Geometría natural como eje de composición de la obra
Toda la composición de la casa Levene, independientemente de la perspectiva desde que se aborde la obra, cumple con un riguroso compromiso ético con su entorno, tal como detalla el arquitecto: “Quizá se trate al final de aprovechar al máximo las cualidades de la naturaleza que se nos ofrecen y atender a un mínimo impacto”. Por ello, cada volumen y elemento que lo conforma está cuidado en función de la más pura geometría natural.
La disposición, se asimila a las distintas ramificaciones de los árboles a los que acompaña. Cada uno de estos brazos alberga las diferentes habitaciones, distribuidas en función del grado de intimidad que cada espacio requiera, ya que las paredes están envueltas en grandes paneles de vidrio que determinan la luminosidad y la visibilidad de la casa.
Respecto a la envoltura exterior, Arroyo estudió cuidadosamente la posición del arbolado para evitar las talas y poder encajar esta obra arquitectónica entre la naturaleza. Por tanto, para conseguir la fusión con el entorno, empleó materiales pétreos y oscuros como el basalto negro, para acompañar a los paneles de vidrio en el recubrimiento de la fachada exterior.
El interior responde también con la proyección exterior que ofrece la casa y cumple fielmente el objetivo final del autor. Los suelos, paredes y techos continuos están cubiertos de resina ámbar consiguiendo reflejar una imagen similar con la madera de los árboles que envuelven la obra.
Emblema arquitectónico
Podemos hablar, por tanto, de un emblema arquitectónico contemporáneo, bien por la integración de la obra con su entorno, sumergiéndose como un elemento vivo más, en vez de imponer su volumen y artificialidad, o bien por el empleo de nuevos materiales industriales fusionados con la naturaleza, como en el caso de otras obras españolas: el Oceanográfic de Valencia, o el hotel Marqués de Riscal de Elciego, en Álava.
En definitiva, obras que cumplen rigurosamente con los más propios valores de la arquitectura contemporánea, que como define el arquitecto Moneo: “Una arquitectura intemporal, no canónica, pero cuyo lenguaje inequívocamente abstracto-racional y expresivo al mismo tiempo”.