Antón Durán, ex presidente de Dragados y propulsor de la Fundación Laboral de la Construcción, fallece a los cien años de edad
El ex presidente de Seopán, Mariano Aísa, recuerda en Expansión la figura del ingeniero ovetense
Un salmo del profeta Isaías dice, refiriéndose al justo, "lo saciaré de larga vida". Por otra parte, Aristóteles enumeró los valores indispensables para alcanzar "una vida plena".
Ambas citas, en su sentido simbólico, son aplicables al vivir de Antonio Durán, quien nos acaba de dejar tras alcanzar los cien años. Larga y plena han sido dos características de su vida. Vida plena, completa, fecunda, tanto por los requisitos que exigía el filósofo como también por la intensidad con la que Antón la vivió, por cómo exprimió hasta la última gota de su vivir en su permanente voluntad de hacer, de no parar hasta conseguir lo que, para él, podía ser justo y eficaz.
Conocí a Antonio Durán un día en el que, joven ingeniero yo y recién incorporado al sector de la construcción, mi jefe me ordenó representarle en una reunión de directivos de empresas. Llegué tarde y, tímidamente, le pregunté a mi vecino de mesa quien era el que estaba entonces hablando. Sorprendido y algo displicente me contestó: Pero, hombre, ¡si es Antón! Ninguna otra aclaración. Por aquellos días de novato aprendí que entre los requisitos de introducción en el Sector estaba el saber qué era un Reformado de Obras y el referirse siempre como Antón a D. Antonio Durán, presidente de Dragados, la entonces primera empresa constructora española. Entre los pipiolos contratistas, uno se pavoneaba diciendo por ejemplo: "Parece que Antón dice que ......"
Años más tarde, (ya había entonces aprendido muchos más ritos iniciáticos), tuve el placer de mantener una estrecha y larga relación con Antón, siendo yo vicepresidente, (subordinado a él) y, luego, presidente de Seopán. Pude así admirar y disfrutar su arrolladora personalidad. Decir que Antón ha sido, siempre y hasta el final, arrollador es la mejor síntesis que se me ocurre.
Fué arrollador convirtiendo a Dragados en una grandísima empresa y concentrando en ella talento e innovación. Arrollaba en el impulso del asociacionismo empresarial, a través de Seopán, para hacer más competitivo el sector de la construcción, y para facilitar mecanismos de diálogo colectivo, (hasta entonces casi inexistentes), con las Administraciones Públicas y con los sindicatos.
Arrollaba predicando la mejora de la calidad y la dignificación del oficio, reclamando la reducción de los habituales retrasos en el pago por parte de los clientes públicos, en su apoyo a la creación de la Fundación Laboral de la Construcción, que hoy sigue siendo modelo de actuación conjunta entre los agentes sociales, y en tantas y tantas iniciativas. Porque iniciativa y tenacidad han sido siempre elementos esenciales de su quehacer. Yo creo que jamás aceptó que lo que había que hacer, que lo que era bueno hacer, no fuera posible llevarlo a cabo.
Asombrosamente, su personalidad de apisonadora no dejaba lisiados por el camino. Por el contrario, Antón conseguía la entrega apasionada de sus subordinados, el respeto de sus clientes, el afecto de sus competidores y el cariño de todos los que le tratamos. Y, en mi opinión, eso se explica por una característica esencial suya, que trascendía las facetas empresariales o profesionales al estar enraizada en sus más firmes y profundas creencias: su talante humano. Talante que le llevaba a una honda sensibilidad por los problemas de los demás, adornada además, en las formas, por una cordialidad irresistible.
Es aceptado hoy ampliamente que las empresas constructoras españolas han alcanzado, en los dos últimos decenios, un prestigio universal; por su competitividad comercial, por su desarrollo tecnológico, por su capacidad de organización. Cuando, en cualquier parte del mundo, se convoca el concurso, para la construcción o gestión, de un gran proyecto de infraestructuras, los competidores españoles son la referencia a batir por todos los demás.
Se podrían analizar diferentes razones para esta carrera de éxito, pero una esencial, a mi entender, se basa en que este sector dio un grupo de figuras señeras, empresarios o gestores, que supieron combinar un profundo conocimiento del negocio, algunas dosis de osadía y, sobre todo, sentido profundo del verdadero compromiso del emprendedor: generar activos reales, (y no, precisamente, humo especulativo), de los que se puedan beneficiar la sociedad actual y las generaciones futuras. Me consta que para este reducido grupo de empresarios excepcionales, Antonio Durán fue siempre un modelo, a lo largo de su extenso y pleno vivir.